¿Eres
terco o terca? ¿No te acabo de decir que no me leas? Por favor, hoy tengo ganas
de escribir cosas tan locas que no deseo que nadie me lea.
¿Qué,
sigues acá? ¿Acaso eres masoquista? ¿No me digas que eres de esas personas que
sienten un extraño placer de enterarse de cosas de los demás para luego correr
a contárselo a todo el mundo? Bueno, sea como sea, conste que te lo advertí.
Tenía
trece años, 23 de diciembre, andaba con unos amigos por la canchita a unas
cuadras de mi casa. El cielo estaba despejado, infinidad de estrellas cubrían
el firmamento. Prendimos un cigarro y lo pasamos de boca en boca; era la
segunda vez que fumaba un cigarro en mi vida, la primera vez había sido el día
anterior. Tenía la extraña sensación de que estaba empezando una etapa
totalmente nueva en mi vida. Anteriormente, todo era en mi casa, juguetes,
televisión, o afuera de mi casa, jugando con el trompo, con canicas, o las
chapadas y las escondidas, con los amiguitos o amiguitas de mi barrio, pero
ahora algo estaba cambiando, lo podía sentir.
Tres
chicas se unieron a nosotros y empezaron a fumar. Dos eran hermanas y la otra
era prima de ambas. No eran hermosas pero tenían bonito cuerpo, en especial la
prima, que era la más alta de las tres y tenía unas caderas que a todos llamaba
la atención. En ese instante llegó Manzanita, un vecino de mi barrio, era algo
piraña pues desde niño se escapaba de su casa y se decía que tenía malas
costumbres. Me vio, chocamos las manos, (“Y tú qué haces acá me dijo”. No le
respondí) abrió el cierre de una mochila que traía en su espalda de donde
extrajo una botella. “Pisco –dijo– La bebida de los dioses”. “Yo compro la
gaseosa –dijo alguien del grupo– ¿coca cola o sprite?”.
Las
chicas se reían diciendo que no querían tomar, sin embargo, recibieron el vaso cada
vez que les sirvieron y entre risas, como si hicieran una travesura, se
llevaban el licor a la boca.
De
la gente que transitaba por ahí solo algunos nos quedaban mirando, incluso,
hubo una señora que pasó murmurando algo de estos
mocosos, míralos ve, no saben ni limpiarse el culo y ya están tomando como si
fueran grandes. La mujer que venía con la señora era más joven y se me
quedó mirando. Carajo, parecía una amiga de mi mamá. Escondí la cabeza hasta que
se alejaron.
¿Qué,
aun no te has ido? ¿No me digas que estás escuchando todo lo que hablo o mejor
dicho leyendo lo que escribo? Ya veo que decirles que se vayan es peor, bueno
entonces quédate, te obligo a que te quedes, haber si de esa manera por fin te
vas y me dejas escribir tranquilo.
Ok,
no transcurrió ni media hora cuando escuche una voz que me llamaba, mire hacía
el horizonte y lo vi, era la primera vez en mi vida que lo veía llamándome así,
de esa manera, era extraño todo eso. Mi padre me llamaba y, extrañamente, yo me
levante feliz y corrí hacía el. “Ya vamos a casa –me dijo– Es tarde y tu mamá pregunta por ti”. Yo sabía
que eso era mentira, o eso creía. Lo que yo imaginaba era que esa señora había
ido con el chisme a mi casa y por eso ahora mi padre estaba acá. Me despedí de
todos a lo lejos y me largue.
Quiero
seguir escribiendo, tengo mucho que escribir, pero no soporto a los fisgones
que todo quieren saberlo, así que mejor acá me despido. Hasta luego.
UN
SALUDO
JOTA
GELDRES
Pos data:
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